sábado, 19 de marzo de 2011

Profecías Mes a Mes...N° 1.-Invulnerabilidad ante las Catástrofes y Epidemias.

  Daniel Urbina


                                                       Una profecía

De San Anselmo de Sunium (Obispo de Sunium, Grecia, en el siglo XIII).
Karol Wojtyla
Refiriéndose a Roma dice:
"Desgracia a ti, ciudad de las siete colinas, cuando la letra K sea alabada en tus murallas. Entonces tu caída se aproximará; tus dominadores y tiranos serán destruidos. Tú has irritado al Altísimo por tus crímenes y tus blasfemias, tú perecerás en la derrota y en la sangre".
Profecía extraída del libro Vaticinia seu Proedictiones Illustrium Virorum, Bertoni, Venecia, 1605 (M. Servant, pág. 281).



                     



                          ¿Invulnerabilidad ante catástrofes y/o Epidemias?                   
       ¡Sí!. 
                Si vives en estado de Gracia, y llevas  la medalla 
al cuello, no te acontecerá nada malo.



Petite Marie des Terreaux
(1773-1843)
"He visto hombres que volvían del combate diciendo: '¨Como he podido escapar de esta carnicería?' Unos se tocaban el pecho, otros el costado, encontrando con admiración, cruces, medallas, reliquias y exclamaban: '­Ah, mi mujer ha sido! Mi hija ha sido, ha sido mi hermana la que ha puesto en mis vestidos, y esto es lo que nos ha preservado'. Y se convirtieron."

   La Virgen María en persona ha venido a revelar su identidad por medio de un objeto pequeño, una medalla, ¡destinada a todos sin distinción!  
La Medalla Milagrosa proviene directamente de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Es un regalo del Cielo que nunca ha dejado de prodigar gracias maravillosas a través del mundo entero. Es un medio sencillo y muy eficaz para beneficiarnos de la protección de María en todas nuestras necesidades espirituales y temporales.
La Virgen posó los ojos en la humilde novicia que La contemplaba. He aquí, le dijo, el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre las personas que Me las piden... --«haciéndome comprender,» escribe la Santa, «¡cuán generosa es Ella hacia las personas que se las imploran; cuántas gracias otorga a los que se las piden; qué alegría Ella siente al darlas!»-- Las gemas que permanecen a la sombra representan las gracias que olvidan pedirme.
Llevemos esta Medalla de la Santísima Virgen con respeto, y repitamos a menudo, con amor y confianza, la invocación con la cual nuestra Madre Celeste quiere que Le pidamos Sus favores.
 O María
        sin pecado concebida,
rogad por nosotros
que recurrimos a Vos. 
(Y por los que no recurren a vos, especialmente los masones)
En febrero de 1832, hay en París una terrible epidemia de cólera, que va a hacer más de 20.000 muertos. Las Hijas de la Caridad empiezan a distribuir, en junio, las 2.000 primeras medallas acuñadas a petición del padre Aladel.

        Son numerosas las curaciones, lo mismo que las protecciones y conversiones. Es un maremoto. El pueblo de París califica la medalla de «milagrosa».

        En el otoño de 1834 ya hay más de 500.000 medallas, y en 1835 más de un millón en todo el mundo. En 1839, se ha propagado la medalla hasta alcanzar más de diez millones de ejemplares.

        A la muerte de sor Catalina, en 1876, se cuentan más de mil millones de medallas. 

 GRACIAS RECIBIDAS
A partir de aquí, “L'Ami du Clergé” estampa algunas gracias recibidas por medio de la Medalla Milagrosa .
Rochefort y la Santísima Virgen
Cassagnac1 relató el incidente del duelo que sostuvo con Rochefort, con motivo de un artículo escrito por éste acerca de María Antonieta:
“Era 1º de enero. Caían enormes copos de nieve, y el manto blanco subía hasta las rodillas. Me entregaron el revólver para cargar las seis balas que Rochefort había exigido con ferocidad, y que yo había aceptado con la despreocupación de la juventud y tal vez la certeza de que no sería necesario usarlas todas; una sola debería bastar.
“Rochefort falló. Yo disparé. Rochefort se desplomó. Lo creí muerto, pues la bala llegó donde le había apuntado: en plena cadera. ¡Singular destino el de Rochefort! Casi siempre cae herido en duelo.
“Los asistentes lo rodearon. El médico, muy sorprendido, constató que en vez de ser atravesado de parte a parte, como debió ocurrir fatalmente, no había recibido más que una violentísima contusión. La bala había sido desviada. Pero, ¿por qué? El médico buscó y, cada vez más sorprendido, nos mostró una medalla agujereada por la bala, medalla de la Virgen que una mano amiga había cosido secretamente en la cintura del pantalón.
“Sin esa milagrosa medalla, Rochefort habría caído muerto”.
“Que ahora venga…” 
Ocho soldados moribundos fueron llevados al hospital; uno rehusó confesarse. La Hermana deslizó una medalla de la Virgen Santísima bajo la almohada del pobre enfermo. Éste, al día siguiente, llamó a la Hermana para decirle:
–¿Aquí uno se muere igual que un perro? Soy cristiano y quiero confesarme.
–Ayer se lo propuse y usted me dijo que no –respondió la Hermana– e incluso expulsó al sacerdote.
–Es verdad, y lamento esa actitud. Que ahora venga.
“La Virgen Santa me salvó”
La víspera de la Inmaculada Concepción, cuenta una monja de orfa nato, distribuí entre mis niños medallas de la Virgen María, mientras contaba algunos milagros al alcance de sus inteligencias infantiles. Terminé diciéndoles que si llevaban siempre esa preciosa medalla, la Santa Virgen los preservaría de cualquier accidente.
Nuestra buena Madre no tardó en justificar esa certeza y de manera bien sorprendente.
La tarde del 11 de diciembre, a las seis, un pequeño de cinco años, llamado José, se entretenía enfrente a su casa con otros niños. Uno de más edad lo empujó con tanta fuerza, que el chiquito cayó bajo las ruedas de una carroza que atravesaba la calle en ese momento. La rueda pasó sobre la pierna del pobre niño. Oyendo sus gritos desesperados, su madre acudió en medio del llanto y recogió a su querido José, al que creía triturado, para llevarlo dentro de casa. Pero –¡oh sorpresa!– estaba sano y salvo, sin que pudiera descubrirse al menos la marca de la rueda que todos los testigos de la escena habían visto pasar sobre la pierna. Solamente José no se sorprendió:
“Es cierto, mamá, no me pasó nada malo. La Hermana nos dijo el otro día que la Virgen Santa nos protegería siempre que lleváramos su medalla”.
Y besaba de todo corazón esa medalla tan querida.
Al día siguiente, la madre vino a contarnos, llena de emoción, “el milagro que la Santísima Virgen había hecho a favor de su pequeño José”.
Las personas que vieron al niño bajo la rueda de la carroza, y otras que supieron del accidente, lo interrogaban al respecto. Y a todas les respondía mostrando su medalla:
–¡La Virgen Santa me salvó!
La medalla de Bugeaud
Bugeaud siempre guardó consigo la medalla de su hija en los peligros de sus dieciocho campañas militares, a lo largo de las cuales tantos valientes cayeron a su lado bajo los golpes de los árabes. Esta medalla aún colgaba de su cuello cuando falleció, a los 65 años, dando muestra de los más admirables sentimientos.
El siguiente episodio confirma su confianza en la Madre de Dios.
Un día de combate, percatándose dos horas después de partir que había olvidado su medalla, llamó a un spahi y le dijo: “Mi valiente amigo, tu caballo árabe puede hacer cuatro leguas por hora. Dejé mi medalla colgada en mi tienda, en el campamento, y sin ella no puedo librar
batalla. Ordenaré que la tropa se det enga, y con reloj en mano, te esperaré una hora”. El jinete partió a galope tendido y regresó una hora después.
Cuando entregó la medalla al viejo guerrero, éste la besó en presencia de su estado mayor, la puso en su pecho y dijo en alta voz: “Ahora puedo avanzar. Con mi medalla jamás fui herido. ¡Adelante soldados, a derrotar a los berberiscos!”
Salvadas de una avalancha
Una avalancha había aplastado una aldea de los Alpes. Los soldados enviados a prestar socorro a la población encontraron bajo los escombros a una mujer y su hija, que pasaron doce horas de aflicción indescriptible.
La madre contó que su hija estuvo desmayada varias horas, hasta la había dado por muerta. A su vez, ella misma había pedido la muerte para no agonizar mucho tiempo sobre el pequeño cadáver. De pronto, sintió la mano helada de su hija.
–¡Margarita!
–¿Dónde estamos, mamá?
–Pobrecita, estamos en las manos de Dios.
La oscuridad era completa, y las dos infelices habían hecho el sacrificio de sus vidas. Al caer la tarde, oyeron un ruido sordo: era el que producían las piquetas de los soldados que venían en su socorro. Solamente entonces las pobres sepultadas vivas sintieron renacer la esperanza.
–¡Adelante! Estamos aquí, a este lado.
¡Por amor de Dios y de la Virgen, adelante!
Como a las cinco de la tarde ya habían sido rescatadas.
El cabello de la madre se volvió blanco en esas doce horas de sepultura; pero ambas mostraban la medalla que llevaban en sus cuellos, diciendo: –¡Aquí está la salvación y la vida!
Regreso al bien
Un joven que infelizmente se había alejado de Dios desde su infancia, pero que tenía una madre muy piadosa y buena, enfermó de gravedad. La muerte se acercaba a grandes pasos, y él no quería oír hablar nada de Dios ni de religión. Todo cuanto trataba de hacer su pobre madre era en vano. Tomó entonces una Medalla Milagrosa y la puso en el lecho del enfermo sin que éste lo notara. De repente, el joven empezó a agitarse vivamente y dijo a su madre:
–¿Qué pusiste en mi cama? Ya no puedo descansar.
La madre intentó calmarlo, aunque sin decirle lo que había hecho.
Pero se vio forzada a ausentarse por unos instantes, y el joven, aunque bastante débil, bajó de la cama y descubrió finalmente la medalla. Se puso tan furioso que tomó la imagen de María, se arrastró hasta la puerta y gritó:
–¡No necesito cosas como éstas!
Sin embargo, la Virgen Santísima, aun tratada de forma tan indigna por el pobre infeliz, se apiadó de él, y por un inaudito milagro de su misericordia lo hizo cambiar completamente: el muchacho pidió a su madre que trajera un sacerdote, se confesó con el más ardoroso arrepentimiento, y murió al día siguiente con todos los sacramentos de la Iglesia.
                                                        
DIOS CREÓ AL HOMBRE A SU IMAGEN Y SEMEJANZA; luego,
el hombre es imagen de Dios. Por tanto, la imagen de Dios en el
hombre no puede ser mala. Dios ordenó construir el Arca de la
Alianza con IMÁGENES de Ángeles en ella. Luego, las imágenes de
oro Bíblicas que se encuentran así descritas en las SAGRADAS
ESCRITURAS, representan a sus originales; es decir, a los dos
Ángeles. No pueden ser malas. La construcción del Arca de la
Alianza es posterior a la orden de Dios de no construir ídolos para
ser adorados en vez de Él. Sólo a Dios se le debe ADORACIÓN.
Pero DIOS EXIGE veneración a la imagen del Arca de la Alianza. La
ADORACIÓN es al Dios Único que bajó a morar en el Arca de la
Alianza, Dios invisible. Sólo visible para aquel, que al salir de este
mundo sea considerado digno de crecer espiritualmente a lo largo
de la eternidad, adorando a Dios en Su Presencia en ESPÍRITU Y
EN VERDAD.
Las catacumbas construidas por los primeros Cristianos para
esconderse de sus perseguidores poseen un incalculable valor
histórico y antropológico, sin contar con el religioso. Las
catacumbas que se encuentran bajo la ciudad de Roma contienen
sepulturas que datan del siglo I de la era Cristiana; éstas poseen
IMÁGENES DE JESÚS, MARÍA Y LOS APÓSTOLES. Luego, las
IMÁGENES no eran MALAS ni PROFANAS para los primeros
Cristianos. Un descubrimiento arqueológico de incalculable valor
universal permite apreciar una copa fabricada con un metal
precioso, en la que se encontraban labradas las imágenes de JESUS
Y SUS DOCE APÓSTOLES. Y se le adjudica credibilidad como la
Copa auténtica, mandada a fabricar por los Apóstoles, para
representar la ÚLTIMA CENA DEL SEÑOR. Luego, las imágenes no
pueden ser malas. La devoción no puede ser mala. 
La veneración de imágenes también puede colindar con el
ámbito espiritual propiamente dicho, y se pueden citar ejemplos
devocionales en apariciones de María Santísima cuando, al colocar
Rosarios sobre Judy (en mi novela "Del Siglo XX al XXI; Cuenta Regresiva")
 propicia Su veneración. “Cuando la
Bienaventurada VIRGEN MARÍA, en su advocación de NUESTRA
SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA, manda a Santa Catalina
Labouré a acuñar una medalla, se está propiciando la veneración a
una serie de imágenes. Con ocasión del 150 aniversario de las
apariciones de la Virgen María en la calle de Bac, no han faltado
voces autorizadas de algunos Exegetas y Teólogos; los cuales, por
una parte demuestran la armonía entre el mensaje Mariano de
1830 y los datos bíblicos-teológicos; y por la otra, el modo
psicológico, gracias a la Medalla Milagrosa, de poner este mensaje
al alcance de todos para que se haga vida, dado que también hoy
A. Feuillet, Biblista, ha publicado recientemente un artículo al
respecto, en la revista “Esprit et Vie.” ‘Yo estoy convencido
-escribe- que, como en todas las revelaciones privadas, el mensaje
Mariano entregado por la Medalla Milagrosa no puede ser
comprendido e interpretado correctamente sino a la luz de la Gran
Revelación Bíblica, la única que es normativa; por lo tanto, es
necesario partir de ésa.’ Pero es también una revelación privada al
servicio de la ‘Gran Revelación.’ Dicho Exegeta toma en
consideración tres datos simbólicos que se encuentran en el
reverso de la Medalla Milagrosa: El acercamiento de los Corazones
de Jesús y de María con las señales de la Pasión, la inicial de María
superada por la Cruz y las doce estrellas en la circunferencia. Él
escruta estos símbolos a la luz de la profecía de Simeón
(Lc 2, 34-35); de la presencia de María a los pies de la Cruz
(Jn 19, 25-27); y la visión apocalíptica de la Mujer con la corona de
doce estrellas (Ap 12, 1), a la cual aluden.
Fuillet, después de un acucioso análisis científico llega a la
conclusión de que estos tres textos se entrelazan, y al mismo
tiempo hay entre el uno y el otro un avance considerable. Simeón
anuncia una unión muy estrecha entre el Mesías y Su Madre en el
drama de la Pasión. ‘La escena descrita por Juan representa el
punto culminante de esta unión, y al mismo tiempo nos descubre la
consecuencia respecto a la Virgen María: Ella es constituida Madre
Espiritual de todos los discípulos de Su Hijo, representados por San
Juan.’ Las mismas verdades, pero todavía con mayor fuerza, se
deducen de la visión del Capítulo 12 del Apocalipsis, cuya
interpretación Mariana está sugerida por la Medalla Milagrosa (doce
estrellas) pero también está justificada por la Exégesis Moderna.
Cristo y Su Madre son de tal modo inseparables en la Pasión, que
ésta se describe a través de los dolores del parto Mesiánico de la
Madre de Jesús, de tal manera que Ella realiza como Nueva Eva, la
profecía del Proto-Evangelio; llega a ser Madre de los Redimidos
(Cf. Ap 12, 17), Madre de la Iglesia, como también Su Viva Imagen.
En el Apocalipsis, la asociación de María a la Pasión de Su Hijo
va unida al triunfo de Éste: La presenta ‘revestida del esplendor
cósmico para que se vea Reina del Universo.’ ‘He ahí -concluye
Fuillet- lo que nos dice pero de una manera incomparablemente
más sencilla y clara la Medalla Milagrosa. Indudablemente todo lo
que merece resaltarse en el mensaje que nos propone, es que la
Medalla unifica y sintetiza los aspectos más fundamentales del
Misterio de Su Hijo, y para explicar éstos se sirve de símbolos de
fácil comprensión y al alcance de la inteligencia más sencilla de los
Cristianos’ ... Al respecto, él cita la famosa frase de J. Guitton,
diciendo que la Medalla Milagrosa encierra ‘el mayor número de
enseñanzas con el menor número de trazos y de señales.’ Por lo
tanto, es ‘inteligible a todos los Cristianos.’ ‘Aquella Medalla -dice
el mismo Guitton- es una miniatura: Pequeñísima, ligera, ideo
gramática. En un espacio pequeñísimo, de una manera minúscula,
con un mínimo de símbolos, ella recoge el pensamiento global de la
Iglesia sobre la Madre de Dios. Esta enseñanza tiene la peculiaridad
de ser una síntesis de la idea y de la imagen hecha, al mismo
tiempo, tanto para las élites como para el pueblo.’
El Apocalipsis, según Feuillet, nos sugiere todavía una
observación: ‘En la Revelación de Juan, la visión de la Mujer
coronada de doce estrellas, sigue inmediatamente a Aquella del
Templo Celestial, que se abre para hacernos contemplar el Arca de
la Alianza; símbolo del encuentro definitivo de Dios con su pueblo
(Ap 11, 19). Icono de la Jerusalén Celestial, la Mujer del Apocalipsis
12, ¿no es también Ella una prueba de este encuentro definitivo?.
Aún más, estamos inclinados a acercar a la Madre de Jesús,
llamada efectivamente Arca de la Alianza por la piedad Cristiana, al
Arca de la Alianza del Antiguo Testamento, Baluarte del Pueblo
Elegido, Signo de la Protección Divina; muy apreciada,
especialmente en los tiempos difíciles. Por lo tanto, se podría decir
que, en relación con el Pueblo Cristiano, la Medalla Milagrosa ha
desempeñado un rol como prueba de la Protección Divina.’
También, René Laurentín, Teólogo, nota en la Medalla
Milagrosa una profunda riqueza doctrinal. ‘El anverso muestra la
Luz, la irradiación de Dios en Aquella que Él ha escogido como
Prototipo de la Salvación, propuesta a todos los hombres en Cristo
Jesús para que todos sean luz en Su Luz. El reverso muestra la cara
austera y escondida del mensaje: El Amor y la Cruz, las riquezas de
la Salvación ilustradas por la Pasión del Señor y la compasión de la
Virgen, a la que todos estamos invitados a compartir.’ En el reverso
de la Medalla se reconoce también, según Laurentín, la profecía de
Simeón, la escena del Calvario y la visión evocada por el
Apocalipsis 12, 1. La Medalla de la Milagrosa, además de transmitir
el mensaje, cumple otras funciones propias en este género: Es
Memorial, recuerda la aparición de la Virgen a Santa Catalina
Labouré; es el Distintivo de algunas asociaciones; es por fin, Señal
y Testimonio de una protección en la esperanza de la ayuda de
Dios y de Su Gracia. Y así, como está estructurada, es como un
‘Escudo.’ En el contexto histórico, evocado por la Virgen en París
en 1830, cuando hablaba de tiempos difíciles, ‘la aparición de la
calle de Bac es como un signo de renovación ...’ Continúa diciendo
Laurentín, citando a Chevalier, (conocido también del P. Kolbe): ‘La
aparición de 1830 ... significó el final de un período desastroso para
la Iglesia y para la sociedad ... ella ha sido el inicio de una Era
Nueva: Era de misericordia y de esperanza.’ En efecto, tras la
huella de esta Señal, se nota una gran corriente de fe y esperanza,
de conversión y de generosidad.
‘Podemos decir -afirma otro Teólogo de nuestros días, el
P. Esteban De Fiores- que con el año 1830 se abre una segunda
revelación que pone en práctica la primera,’ por medio de la Madre
de Dios. Es ‘el Apocalipsis de María para nuestro tiempo,’ el que
despierta muchas energías adormecidas. ‘El problema fundamental
para la Iglesia consiste en el ser María y vivir a María para ser
Iglesia fiel a Dios y a los hombres, la cual hace nacer a Cristo en el
mundo. Esforzarse por reproducir la actitud Mariana-Miembro, es
un programa necesario y comprometedor para la Iglesia.’ Es un
programa confiado, sobre todo, a cuantos se descuidan en la
contemplación de la Medalla Milagrosa: ‘... él ayudará a explicitar
el contenido Eclesiástico encerrado en la figura de la Virgen María,
Madre y Reina del Universo; y al mismo tiempo, Tipo y Modelo de
la Iglesia.’
‘Hay muchos que en la Medalla Milagrosa tienen el programa
de colaborar con la Virgen y la señal de su Consagración a Ella.’ La
Medalla Milagrosa, escribe Monseñor Storti, ‘ha inspirado los
Movimientos Marianos más importantes de nuestros tiempos, como
las asociaciones co-primarias de las Hijas de María y la Milicia de
María Inmaculada, fundada por San Maximiliano Kolbe. Muchas
generaciones de jóvenes han encontrado el clima apropiado para
guardar y desarrollar aquellas semillas de Santidad que, en los
Planes de Dios, están destinadas a ser la levadura benéfica de la
Tierra, cada vez más amenazada por las fuerzas del mal.’
La Medalla Milagrosa, confiesa el fundador de la Legión de
María -ya desaparecido- resumía la idea de la ‘Organización que
nació en torno a ella,’ de tal modo que: ‘La misión del Legionario
incluye aquella de la Medalla; el Legionario es, si así se puede
decir, una Medalla Milagrosa viviente, un instrumento humilde de
las Gracias que la Virgen distribuye al Mundo.’ ‘Llevando la Medalla
-recuerda a los hijos el P. Italo Zedde- nos trae a la memoria el
hecho de que dondequiera que estemos, María está con nosotros, y
nosotros estamos con Ella.’ Sobre este fondo se ve todavía mejor
que San Maximiliano Kolbe ha escogido el camino verdadero,
profundizando el mensaje de la Inmaculada del año 1830, y
sacando conclusiones prácticas para la defensa y el desarrollo del
Reino de Dios. Con sus fines santos y con el conjunto de obras la
Milicia de la Inmaculada es verdaderamente una ‘Institución
Providencial’ (Pío XII). ‘Es obra maravillosa de renovación espiritual’
(Juan Pablo II). Pero es necesario sólo hacerla propia y vivirla
siguiendo los pasos del Fundador con su fe inquebrantable en el
Poder de la Inmaculada y con la dedicación ilimitada a Ella, como
instrumentos con los cuales se pueda sacar provecho para nuestros
tiempos tan amenazados por las potencias del Mal.
Monseñor Juan Rupp subraya cómo ‘la devoción del P. Kolbe
por la Inmaculada, está basada en: El culto que se le tributa a
María en su Orden, y en las apariciones de la Virgen de la Medalla
de La Milagrosa, su grado más elevado.’ Y a medida que ‘La
Inmaculada Ilumina su existencia,’ hace florecer su santidad y sus
actividad Apostólica. ‘El fenómeno Kolbe -añade- es sumamente
actual, está lleno de una fuerza explosiva en nuestro contexto
histórico.’ Este fenómeno ‘alcanza la mano de Dios.’ ‘En medio del
pecado, del odio, él es como el renacer del ser, su ebullición frente
al desorden, ¡este no ser!; el mundo está entretejido de semejantes
repeticiones’. El Obispo elogia a la Milicia de la Inmaculada, que sí
es Milicia pero decididamente pacífica: ‘Es sólo el Apostolado
Evangélico que lleva el signo de una Cruzada, pero empapada de
Espíritu Paulino: Vencer el mal con el bien; es un ejército
sobrenatural”
La Medalla Milagrosa es pues, una IMAGEN que representa a
SU ORIGINAL, a la Madre de Dios, y compendia la actividad
cooperadora de María en el Plan de Redención del Hijo de Dios,
Nuestro Señor Jesucristo. No puede saberse ... pero era su manera más
fácil de distribuir las Gracias de María, y por ende de Jesús,
acatando en primera instancia la exhortación realizada por la Virgen
a Santa Catalina Labouré acerca de esta acción.
Es muy actual.Los iconos religiosos no pueden ser malos.  

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