jueves, 29 de diciembre de 2011

Dios No Existe-El Matrimonio Eclesiástico No Existe-La Familia No Existe. Existe el Republicano-El Matrimonio Civil- El Colectivo. (Decretos de la Revolución Francesa)…¿Revolución Bolivariana?

Daniel Urbina     Dios No Existe-El Matrimonio Eclesiástico No Existe-La Familia No Existe. Existe el Republicano-El Matrimonio Civil- El Colectivo. (Decretos de la Revolución Francesa)…¿Revolución Bolivariana?
Retroceda el tiempo más o menos 200 años cuando tenía lugar el parto de la democracia en el país galo. No vemos lo mismo. El suelo está cubierto con una mezcla de sangre e intestinos humanos que está bajando de una pila de cadáveres de ancianos, mujeres y niños. Las cabezas decapitadas, los intestinos arrojados, los cuerpos con la piel arrancada y con perforaciones de bayonetas. Desde lejos llega un grito de una muchacha violada por unos cuantos soldados. La trenza de su hermana arrancada junto con la piel, adorna rodeando la garganta del jefe de los soldados. Un hombre pequeño está clavado con bayonetas contra el tronco de un árbol. El aire está lleno del olor de los cadáveres mezclado con el humo. Ese humo viene de la aldea ardiente junto con su iglesia. Sobre el portón de la iglesia esta clavado el cuerpo del sacerdote en posición de Cristo pero con la cabeza para abajo. ¡Mira, están incendiando el campo de plantaciones! Un soldado está vertiendo veneno al pozo de agua. Ve al distrito vecino. Verás la gente amontonada en una calle sin salida y en el frente un par de cañones. Las primeras filas ya están como carne picada. ¿Eso sería la pacificación de un levantamiento anti feudal? ¿Tal vez Francia está ocupada por un invasor? No, esos son los soldados republicanos introduciendo la democracia y las leyes humanas, están aniquilando la contrarrevolución. Eso es solo la entrada.
La demo historiografía enseña que el comienzo de la Gran Revolución fue el 14 de Julio de 1789 con el acto del ataque contra la Bastilla, una poderosa prisión y un arsenal, símbolo de la opresión y dominación de la oligarquía, cuya resistencia fue reducida luego de pesadas batallas. Cada ideología criminal desde sus comienzos se basa en la mentira. La conquista de la Bastilla se puede comparar con el revuelo en Munich por Adolfo Hitler, cuya magnitud fue inflada a tamaños mitológicos. En realidad la Bastilla fue defendida por una unidad de 33 suizos y 70 soldados veteranos, inválidos. Los atacantes - el pueblo de París- armados con 32.000 fusiles robados del Palacio de Los Inválidos venció a un par de centenares de las más débiles fuerzas defensoras; y liberó a siete - así, siete de todo París y del estado- bandidos comunes, las víctimas más pobres del despotismo, cuya fama creció hasta hoy a la gloria de mártires de las leyes humanas.
Hay que admitir, en ese momento Francia tenía su rey más inadecuado y más incapaz. En mal momento y en el lugar incorrecto. Él no podía controlar la situación, cuyas consecuencias posteriores serían trágicas. La condición moral del clero y de la élite de la aristocracia era fatal. Muchos de ellos eran miembros partidarios de logias masónicas y tenían ideas libertino-democráticas; el gobierno era incapaz y el populacho era adaptable a la demagogia. El estado se inclinaba a su derrota. El desarrollo de la democracia tenía su comienzo en la monarquía constitucional, y su fin en la república criminal. Entre esos dos extremos el gobierno pasaba entre varias trenzas y mafias como es costumbre en ese sistema. Ese proceso fue inspirado oficialmente por el pueblo, sirvió para el pueblo y fue direccionado contra los explotadores. Como resultó más tarde, los trabajadores y los peones eran sus principales víctimas del sistema, las condiciones de vida volaron hacia abajo y subió como consecuencia la mortalidad. La República mostró rápidamente su verdadera cara anticristiana y anti francesa, y como cada sistema zurdo totalitario, fue la negación de sus lemas. Pisaba todas sus leyes declaradas.
El fin de ese proceso era la eliminación de la civilización latina, cuyo soporte era Francia. El apogeo de ese proceso fue la república de los jacobinos de 1793-1794. 
En el año 1790 fue elaborada la constitución civil para el clero con fines de subordinar la Iglesia al estado. Los curas opositores fueron asesinados en sus puestos o en los campos de exterminio en Guyana, donde la mortandad fue del 70%. Ellos morían deportados a las islas Re y Oleron, Bahía de Vizcaya en donde la mortandad llegó hasta un 50%.
Como un ejemplo del demo humanitarismo, se presenta la suerte de los 826 sacerdotes y monjes de distintas partes del país, condenados a la deportación a la Guyana. En marzo de 1794 les cargaron en dos barcos con un espacio disponible solo para 200 personas. El bloqueo marítimo no permitió salir a esos barcos a su destino. Quedaron en el puerto, disponiéndose a esos barcos como campo de exterminio de sus tripulaciones. El hambre, la sed, las torturas eliminaron a 546 personas.
Los demócratas en el período posterior del Terror aniquilaron las iglesias. Los santuarios eran los escenarios de los sacrilegios y de las profanaciones. En las iglesias eran organizadas las orgías, los burros caminaban tapados con vestimentas litúrgicas y eran usados para adornar las procesiones. Las órdenes eran eliminadas, los hábitos como vestimentas fueron prohibidas, y ordenaron los casamientos entre los religiosos. Las leyes matrimoniales fueron reemplazadas por las leyes laicas, aplicaron igualdad a las sectas y a los judíos.
Los trazos de la cultura francesa fueron condenados a la desaparición. Introdujeron el nuevo almanaque revolucionario que no tenía su comienzo en la fecha del nacimiento de Cristo, con el motivo de marcar el comienzo del nuevo mundo. La tradición, la religión y la cultura francesa como fundamentos de la cultura europea fueron condenadas a muerte. El culto a Dios fue reemplazado por el culto masónico de un ser supremo creado por un decreto de la Convención. Fue propagado el culto a la Razón y a la Revolución. Oficialmente fue constituida la libertad de las religiones. La Iglesia no tenía permiso a sus actividades públicas, de organizar las procesiones, del uso de vestimentas litúrgicas, del uso de las campanas. Todo aquello que contenían los elementos de la vida cristiana deberían ser eliminados de la vida pública: las cruces, esculturas, frescos, cuadros y capillas a lo largo de los caminos. Los inmuebles de la Iglesia y monasterios fueron expropiados, luego pillados y limpiados de los frescos, esculturas y otros objetos del arte. Fueron destruidos los sarcófagos con sus restos mortales y en las tumbas de los cementerios, fueron destruidas las cruces y las figuras.
El símbolo de la monarquía, tres lirios como sinónimo de la Trinidad, era un objetivo especial del odio de los jacobinos masones. Las obras con ese emblema fueron destruidas junto con las esculturas de los reyes. Ellos profanaron las tumbas reales en La Abadía de Saint Denis.
Con el decreto del 10 de septiembre de 1792, se suspendían las obligaciones del rey que trataba de frenar la revolución, y viene el primer período del Terror masivo.
Las leyes de responsabilidad colectiva contra los nobles inmigrantes provocaron las confiscaciones de sus propiedades.
Los sacerdotes sin juramento a la constitución civil eran arrestados y deportados a las colonias. Se permite arrestar a las personas sospechadas de ideas monárquicas.
A pedido de la comuna de París fueron creados los comités revolucionarios en las ciudades, arrestando a los aristócratas y los sacerdotes. Entre los días 2 al 5 de septiembre de 1792 tuvo lugar una masacre de prisioneros causando la muerte de 12.000 personas. En París el populacho asesinó 1.400 personas junto con 220 sacerdotes, enfermos, ancianos y los niños discapacitados, arrancados de las clínicas eclesiásticas y de las guarderías.
Como símbolo del fin de la Francia verdadera, y del poder de los opresores, debería ser la ejecución de Luis XVI. La condena del Convento fue realizada en 21 de enero de 1793. En la primavera del mismo año el Terror era un procedimiento común introducido por el gobierno para palear una difícil situación interior y exterior en la guerra. Fueron creados el Comité de Salvación Pública (CSP), el Comité de Seguridad Común (CSC) y también el Tribunal Extraordinario de los Castigos (TEC), como herramientas del Terror reforzado.
El CSP con el homicida Robespierre al frente se convirtió en la máxima autoridad del Estado. Los enviados del CSP- agentes nacionales- permanecieron en cada distrito supervisando el cumplimiento de los decretos, y colaboraban con los comités de vigilancia compuestos por los republicanos fanáticos.
Aparte eran enviados los comisarios para controlar a los agentes y a los distritos. Los comisarios trabajaban también en el ejército vigilando las posturas políticas y legítimos pensamientos. El CSP buscaba y eliminaba a los enemigos de la revolución. Las actas contra los enemigos de la República eran consideradas en el acto por el Tribunal Revolucionario en París. Emitía solo dos tipos de condenas: absolución o muerte. Las condenas eran extremas y sin apelaciones. Dentro del país cumplían sus funciones los juzgados provinciales; y en las zonas rebeldes eran comisiones militares asesinando sin ningún procedimiento jurídico. El terror era en las manos de CSP una herramienta para resolver todos los problemas junto con el hambre. Cada crimen fue justo para salvar la República antihumana. De acuerdo con lemas: “No hay libertad a los enemigos de la libertad”, y “Los enemigos del pueblo no se juzgan, simplemente solo se les mata.”
El decreto del 17 de septiembre de 1793 se convirtió en la base del exterminio democrático contra los sospechosos: ellos eran los curas sin juramento; la nobleza emigrante con sus familias; todos los simpatizantes de la monarquía; todos aquellos que no cumplían con los decretos del gobierno; todos sin certificado de lealtad y de las fuentes de ingresos. Todas esas categorías humanas eran arrestadas.
En mayo de 1794 fueron emitidas las instrucciones para los juzgados con criterios de calificaciones del enemigo de la revolución. Ese fallo fue solo el castigo por la muerte.
Para determinar al enemigo, era suficiente “todos los informes de cualquier tipo contundentes para una persona razonable y amiga de la libertad”. Los jueces deberían dirigir las almas y “la salvación de la patria, y derrotar a los enemigos del pueblo”.
El decreto del 10 de junio de 1794 reconocía como innecesario el procesamiento previo del acusado, y se permitía evitar a los testigos. Le quitaba al acusado tener su abogado defensor.
La guillotina – un invento humanitario maravilloso, realizó un postulado de la libertad democrática – decapitó a 200.000 víctimas. 
A pesar del terror satánico – el clero y la nobleza componían un bajo porcentaje de víctimas del homicidio democrático: 3.000 sacerdotes fueron asesinados, 40.000 deportados con fines de muerte. La víctima principal del exterminio fue el pueblo que se levantó en contra del gobierno asesino, antihumano, y que pisoteaba todas sus leyes. Ese pueblo ejercía sus derechos, de oponerse contra su opresor.
El proceso de aniquilación de la religión y de la monarquía provocó una rebelión cuyo símbolo fue Vandea. Esa tierra fue castigada en toda su extensión con toda la bestialidad democrática.
En realidad, en contra de la banda jacobina se levantaron los dos tercios de las provincias. Como respuesta, el gobierno aplicó el homicidio, el primero calculado, planificado y realizado en esa gran escala en los tiempos modernos. El levantamiento de Vandea tuvo su comienzo el 10 de enero de 1793. Vandea se levantó para luchar por el Dios y el Rey en defensa de Francia y la Tradición. Eso era el levantamiento de los campesinos, del pueblo contra la República, el símbolo de los oprimidos. En el combate entraron otras provincias como los shuan en Bretaña del norte, del Loira bajo comando de los hermanos Cottereau. La Vandea arrancó bajo las ordenes del comerciante Jacques Cathelineau. Ese hombre respondió contra la ejecución del rey y la orden del alistamiento de los hombres de Vandea al ejército masón republicano: “Tenemos que luchar porque la República nos aplastará. Cosa de mujeres es orar. Nosotros, los hombres tenemos que luchar”. Los combatientes de Vandea se nombraron Ejercito Católico y Real. Sabían bien que eso era una guerra de religión. En sus pechos colgaban un escudo del Corazón de Cristo, y yendo al ataque plegaban sus rosarios y cantaban cantos religiosos. En sus banderas tenían escritos “Pour Dieu et Le Roi” y “Christus Rex”. 
Los comandantes de los vandeos eran los oficiales del ejercito real, aristócratas – como Charette de la Contrie de 30 años (1763-1796), autor de las palabras: “Luchar frecuentemente; estar vencido a veces; estar derrotado: nunca!” . Henri de la Rochejacquelin (1772-1794), de 20 años, que decía: “Si voy a caminar para delante, síganme; si retrocedo, mátenme; si muriera, vénganme”. Y Carlos de Bonchamps (1760-1793) que decía antes de morir: “Yo no lucho por la gloria humana. Si no puedo devolver los altares y el trono, por lo menos los defiendo. Sirvo a mi Dios, a mi rey y a mi Patria.” 
Ese ejército fue armado con fusiles para casería, con hachas, lanzas y guadañas enderezadas. Los Vandeos eran victoriosos. En 9 de junio conquistaron la fortaleza de Angers. Podían llegar hasta París y cortar la cabeza a esa bestia. En un momento ellos perdieron su disciplina y ánimo, faltaba la dureza en las órdenes. Eran voluntarios. Ellos querían ahora solo la libertad y la paz. Volvieron a su tierra para terminar la cosecha, que era el sinónimo de su existencia. Eso fue un error mortal. El ejército republicano en ese momento tenía tiempo para prepararse a dar un golpe de venganza. Enviaron sus mejores unidades y los vandeos comenzaron a perder las batallas una tras otra. No tenían ninguna chance. Los rebeldes vandeos fueron designados bandidos, y como tales estaban fuera de las leyes, eran destinados a la liquidación total.
El monstruo humano encarnado en Bareré hablaba: “Destruyan Vandea, salvarán la Patria. Hay que destruir por completo esa raza rebelde, incendiar los bosques, destruir las cosechas y sus ganados”. Aquí faltan las palabras para expresar la muerte que le espera a Vandea. Eso no debe ser la derrota de las fuerzas de un adversario junto con su población; eso debe ser la aniquilación total del territorio, con su naturaleza. Carrier proponía el uso del veneno: “Arsénico a los pozos, a los comestibles, en todas partes”. Fayau proponía el fuego: “Hay que quemar toda esa tierra a lo largo y a lo ancho, dejarla sin medios para la vida ni para el hombre ni para un animal”. Comenzó la primera fase de homicidios. Para pacificar el bastión de la contrarrevolución fueron enviados los mejores demócratas de la república; por ejemplo, el general Francois Joseph Westermann. Sus órdenes no dejaban ninguna duda: “Soldados, antes de fines de octubre los bandidos de Vandea deberán ser liquidados. Eso exige la salvación de la Patria, lo espera la inquietud del pueblo francés, su coraje lo realizará”.
A fines de 1793 los insurrectos son derrotados cerca de Mans y Savenay. El general Westermann anunciaba que: “Ciudadanos republicanos, no hay Vandea. Junto con sus mujeres y niños perecieron bajo nuestro sable de libertad. Las hago enterrar en los pantanos y los bosques de Savenay. De acuerdo con sus órdenes, aplastaban los niños mediante los cascos de caballos, masacraban las mujeres.... ellas por los menos no van a parir bandidos. Aniquilar a todos. Nosotros no tomábamos los prisioneros, hacía falta darles el pan de libertad, la piedad no es cosa de la revolución”.
Y tu querido lector: ¿Cómo responderías al homicidio de tus seres más cercanos, aniquilación de tu casa, si hubieras tenido una oportunidad? ¿No tendrías ganas de vengarte, adaptar los métodos del enemigo? En la batalla cerca de Chemille los insurrectos vencieron al general Barruyer y tomaron 400 prisioneros asesinos. Estaban listos a matarlos. Se les cruzó en el camino su comandante, el noble Gigost d’Elbée (1752-1794). Él con sus soldados rezaron. Cuándo terminaron el “Padre Nuestro”, él se dirigió a los soldados: ¿cómo se atreven pedir a Dios el perdón si ustedes mismos no pueden perdonar? Y perdonaron. Liberaron los prisioneros y se marcharon. Mostraron su superioridad sobre el salvajismo democrático. El comandante d’Elbée representaba una civilización latina, dirigiéndose con su honor caballeresco, no podía realizar lo mismo de su adversario amoral. Su adversario poseía ya su moral revolucionaria. Luego de caer preso, el noble Gigost d’Elbée fue fusilado. La misma suerte le tocó a Bonchamps quien liberó 5.000 prisioneros en Saint Florent le Vieil.
Luego de la derrota en los fines de 1793, el ejército de Vandea dejó existir.
¿Qué se puede esperar del estado democrático que proclama sus consignas sublimes, extrayendo la humanidad de las oscuridades de barbarie? La república se dedicó a la aniquilación total de la provincia. Vandea debería dejar existir, y su nombre fue reemplazado por Venge (Vengado). Las guillotinas empapadas con sangre eran de rendimiento insuficiente para esa tarea. El comisario para Vandea enviado del Convento, de nombre Jean Carrier, inventó su propio modo de exterminio masivo. Le dio el nombre “noyades”. Se cargaba la gente en las barcazas y luego se las hundía en el Loira. Las barcazas tenían preparados los orificios tapados, pero en el río se destapaban para hundirlos. En el transcurso de un mes liquidaron 5.000 personas. Así, por ejemplo, el 23 de diciembre ahogaron de ese modo 800 personas; en el siguiente 25 de diciembre, 250. El 27 de ese mes, 400; el 5 de enero 1794, 400. En el 17 y 18 de enero 300 por cada día. Un verdugo pudo contar: “Ese acontecimiento ya no es novedoso. En la última noche los 53 curas encerrados en la barcaza fueron ahogados en el río. Qué revolucionario arroyo es Loira!”. El mismo Carrier tenía otro invento, llamado “ Los matrimonios republicanos”, una práctica humillante para divertir a los opresores. Se ataban juntos a un varón con una muchacha, desnudos, y luego se los tiraba al río para ahogarlos.
En Angers se fusilaban a los campesinos en columnas. Perecieron 2.000. Los Vandeos morían con dignidad y paz rezando antes de su fin.
Los demócratas empezaron organizar las cacerías de los campesinos y sus dirigentes. Antonio Philip de la Tremoille, conde de Talmont, comandante de caballería de Vandea fue capturado. Le preguntaron “¿Desde cuándo estás con los bandidos?”. Él respondió: “desde cuándo estoy con ustedes”. Fue degollado y su cabeza fue colgada en el portón de la ciudad Laval.
En el comienzo de 1794, la Vandea fue rodeada con 10 divisiones en 20 columnas, cuyas tareas eran avanzar y aniquilar todo lo que encontraban en su camino. Ellos cumplieron sus tareas de un modo ejemplar. Les llamaron las columnas del infierno. El 21 de enero de 1794 era el comienzo de su función, en el aniversario de la muerte del rey. Su comandante Turreau les ordenó: “Pongan todo lo que encuentren en la punta de sus bayonetas. Todo lo que vive debe ser liquidado con bayoneta o con fuego”.
El general Grignon ordenaba: “Les doy orden de abrir fuego y atravesar con sus bayonetas a todo lo que encuentren en su camino”.
Turreau recibió de parte del Convento una carta con fecha de 6 de febrero que ordenaba: “Exterminar a cada una de los bandidos, eso es la tarea tuya”.
Las ciudades y las aldeas fueron quemadas. Lo que no pudo destruir el fuego, fue derrumbado, todos los habitantes fueron muertos de un modo macabro. Los soldados abrían los abdómenes de las mujeres embarazadas, arrancaban los fetos, despedazaban los cuerpos con sus sables, robaban, quemaban vivos, violaban las mujeres, cortaban a los hombres los genitales. El trofeo mas buscado era una piel curtida del campesino usada para coser los pantalones. Ese tipo de vestimenta era un orgullo de los generales Beysser y Moulin. Los soldados tenían trofeos un poco mas humildes: eran las narices y las orejas de las víctimas torturadas. Los pozos son envenenados con arsénico, aquí nadie puede sobrevivir.
Los demócratas franceses pensaban como dar la utilidad a la grasa humana de los cadáveres, mucho antes de los nazis! Las más terroríficas columnas eran comandadas por los generales Grignon, Lachenay y Crouzot.
Aquí un par de ejemplos de la democracia en la práctica: cerca de Cerizay, Grignon degolló 300 víctimas, luego se jactaba ante el Convento: “Quemaba y cortaba las cabezas como de costumbre”; Crouzot masacró en Gonnord 200 víctimas, Lachenay 250 en el parque Soubise. Los cuerpos fueron robados y luego quemados en una pila. Mas tarde, los restos fueron arrojados en los sótanos del castillo. Cerca de Rocheserviere asesinaron a mas de 300 ancianos y niños, quemaron 3.000 gavillas de cereales y 3.000 rollos de algodón. En Chanzeaux 700 personas cantaban “Salve Reina” antes de morir.
Los generales reportaron al París iluminado por las luces del mundo nuevo: “estamos matando 2.000 por día. Prefiero cortar la garganta para ahorrar las municiones. Estoy cazando todo el tiempo. Mis cazadores me traen cada día por lo menos 200 cabezas de los bandidos para complacerme, aunque la cantidad de la caza disminuye”.
A finales de febrero y comienzo de marzo tuvieron lugar las llamadas “ grandes matanzas”. En Gaubretiere fueron muertos 700 habitantes, pero el general Huch desconsolado afirmaba: “había pocos para organizar la verdadera matanza”.
El siguiente cuadro es el desarrollo de las acciones demoníacas. El 28 de febrero la ciudad Lucs-sur-Boulogne fue tomada por el general Cordelier. Los habitantes fueron muertos casa por casa. Algunos buscaban su salvación en la iglesia. Ahí se escondieron los ancianos y niños. Todos oraban. Los soldados entraron y mataron uno por uno con sus sables y bayonetas. Luego de eso abrieron fuego con los cañones. Bajo los escombros quedaron sepultados 564 personas adultas con 110 niños; de ellos, ninguno tenía 7 años cumplidos; 33 no tenían 2 años. La víctima mas joven era Luiza Minaud que tenía 15 días! El general estaba contento cuando escribía al Convento: “El día fue agotador, pero fructífero”. El infierno funciona así, simplemente: Loroux-Bottereau, 700 víctimas; Vezins, 1500; isla Noirmoutier, 1500; las canteras Gigant cerca de Nantes 1800. En Nantes, en el frigorífico “faenaron” a 500 niños, enemigos de la revolución. Así, pueblo tras pueblo, aldea tras aldea.
Vandea resiste, continua sus combates tipo guerrilla. El general Turrou, rabioso, escribía al Convento: “Es imposible que Vandea viva”. A Vandea la componen también los símbolos simples, como María Papin de 17 años, de Poitou. Fue raptada por las columnas del infierno cuando traía la comida para los combatientes. Le preguntaron adonde iba y no quiso decir; la amenazaron con fusilarla, y ella respondió que prefería morir que traicionar a sus hermanos. Fue violada, luego atada contra un árbol y despedazada con sables. Vandea seguía luchando. El Convento retira una parte del ejército enviándolo al combate en el frente. La República asesinó en su tierra 400.000 personas.
La bestialidad democrática llegó a otras partes del país. En octubre de 1793 los republicanos conquistaron Lyon. El Convento ordenó aniquilarlo, dejar solo la tierra y deportar a la gente. Las comisiones militares dictaban solo sentencias de muerte. Para las ejecuciones juntaban la gente en las calles sin salida y la liquidaban con fuego de cañones. 60.000, la mitad de la población fue deportada. La resolución de Convento ordenaba colocar un letrero sobre los escombros de la ciudad con la leyenda: “Lyon estaba en guerra contra la Libertad. Lyon no esta”. Desde Tulon uno de los oficiales daba parte: “Pisando sobre la sangre de los traidores, les informo con alegría que sus órdenes fueron cumplidas. Francia esta vengada. Ni edad, ni sexo fue perdonado. Los sobrevivientes al fuego de los cañones terminaron en los sables de la libertad y las bayonetas de la igualdad”.
“A los adoradores del petiso Emperador de los franceses tengo una nota desagradable, esa parte fue escrita por él: Querido lector. Ahora puedes mirar tranquilo a la jeta del presidente francés y escuchar como la revolución democrática compone la memorable contribución”. Cuando escuches la “Marsellesa” puedes caer en el encanto por una frase: “Qu’un sang impur abreuve nos sillons” (Que la sangre impura embeba nuestras huellas”) cantada por los tan agradables y cultos demócratas”.
Y sepa también, que el materialismo y el anticristianismo encarnados en el comunismo y en el nazismo, son sólo los peludos pero no los degenerados bastardos de una ramera empapada en la sangre:La Gran Revolución”.
Vive Le Vandée. Mort de la démocratie.
Hará poco menos de dos décadas que una compañía del Batallón “Aramendi” se insurreccionó y se dirigió hacia Maracaibo. Hubo un alzamiento de la compañía de tanques en Fuerte Mara. Era la noche del 4 de febrero de 1992. Una unidad de Ingenieros tenía rodeado el Ministerio de la Defensa y estaba atacando el Comando del Ejército Venezolano en Caracas. Simultáneamente estaban atacando el Palacio de Miraflores. Se producían disparos de todo tipo de armas y hasta tiros de cañón. El palacio presidencial estaba rodeado de tanques. El Grupo de Artillería “Ribas también se había sublevado. El Batallón “Bolívar”, unidad de gran poder de fuego se mantenía leal al gobierno democrático. Mientras tanto, en la autopista Regional del Centro acababa de pasar rumbo hacia Caracas una columna de tanques. “Patria o muerte” eren las palabras que utilizaban los “insurrectos” en sus comunicaciones. El Cuartel Libertador, sede de los Grupos de Artillería Monagas y Freites, se había insurreccionado también. 
El presidente de la República se encontraba sitiado en el Palacio de Miraflores, recibiendo fuego de una unidad blindada. La residencia presidencial se encontraba rodeada por una compañía de paracaidistas. El Ministerio de la Defensa estaba rodeado por una compañía del Regimiento “Codazzi”, que al mismo tiempo había tomado varios pisos de la Comandancia del Ejército. Gritos y saltos demoníacos se nota en estas hordas, al estilo de los “Hunos” de Atila, un soldado leal herido en una pierna, recibe un impacto de fusil en pleno rostro, crujen los huesos de su cara, muere instantáneamente, los ojos desorbitados por el robo vital de los que gritaban “patria o muerte”. Una granada ha caído entre efectivos leales, y son vaciados sus intestinos, quedan como animales faenados. Tomadas algunas posiciones de avanzada por los insurrectos, un soldado leal, trata de huir, un certero balazo de fusil en la nuca lo deja en seco. A otros los borbotones de sangre no los deja respirar, con tiros de gracia dan fin a sus vidas. Dos muchachos recién reclutados esperan su turno con terror, sus municiones agotadas, bien abrazados en un rincón de una garita, al no llevar la banderola tricolor en su brazo, en poco tiempo los rematan a tiros. ¡¡Campos de dolor!!.
La guarnición, con las puertas abiertas de par en par, se inunda con la sangre de estos infortunados. Brazos, piernas, cabezas, cuerpos descuartizados, revolcados en charcos de sangre, esparcidos por todo el atrio, que hace días, servía para custodia militar, ahora, se había convertido en un matadero baldío, lúgubre, tétrico y espeluznante, un escenario dantesco, sembrado de cadáveres mutilados, figuras humanas manchadas de sangre, mudos testigos del dolor y el horror, de esta orgía de muerte. 
Los abusos y excesos tanto de soldados como de los oficiales contra incluso civiles, como es el caso del vigilante de guardia de la estación de televisión oficial VTV, o conductores o pasajeros que transitaban por la autopista del este en las cercanías del aeropuerto de La Carlota, quienes eran bajados de los vehículos particulares y por protestar, tratar de huir corriendo, o por portar armas y no querer ser despojados de las mismas, eran asesinados vilmente. 
Efectivos Militares que cayeron luchando por la Patria y por la Libertad: Deivis Peña Juárez, Cabo Segundo de la Guardia Nacional. Elio José Gamboa, Cabo Segundo, Guardia de Honor. Miguel Escalona Arriechi, Guardia de Honor. Jesús Alberto González, Guardia de Honor. Julio Peña Labrador, Guardia de Honor. Jesús Santiago, Capitán (Ej). Fernando Cabrera, Subteniente (Ej).
Pablo Linares, Sargento Técnico (Arv) Celso González, AT de la Aviación. José Salas Ramírez, Distinguido (Ej). José Ramón Noguera, Soldado (Ej). José Nieves, soldado (Ej). Jesús G., Rodríguez, Distinguido (Ej). Luis García, Distinguido (Ej). Guerras Montes de Oca, soldado (Ej). Hernández Herrera, Soldado (AV) César Castillo, Soldado (Ej). Wilmer Molina, Soldado (Ej). Dos soldados desconocidos del Ejército.
Funcionarios Policiales caídos en cumplimiento del Servicio: Gerson Gregorio Castañeda, tenía 26 años y era Agente de la DISIP adscrito a la División de Patrullaje Vehicular, muerto en La Casona cuando los Insurgentes atacaban las casas aledañas a la Residencia Presidencial.
Edicto Rafael Cermeño Joves, Agente de la DISIP, muerto en La Casona. Jesús Rafael Oramas, tenía 30 años y era Agente de la DISIP, adscrito a la División de Patrullaje Motorizado, resulto muerto a balazos en La Casona. Jesús Aponte Reina, tenía 21 años era Agente de la Policía Municipal de Sucre, falleció al recibir un impacto neto de Mortero cuando los Insurgentes atacaban las residencias aledañas a la Residencia Presidencial de La Casona. José Aldana, Cabo II de la Policía Metropolitana, muerto a balazos por los Tupamaros en La Cañada, Parroquia “23 de Enero”. Franklin Alexis Vega, Agente de la Policía de Valencia, Estado Carabobo.
Wilmer Díaz, Agente de la Policía de Valencia, Estado Carabobo.
Civiles
Noelia Lorenzo Parada. Tenía 9 años de edad. Recibió una bala de FAL en la cabeza cuando los Insurgentes iniciaron la toma de Miraflores, vivía en La Avenida Sucre era una alumna brillante del Colegio Teresiano de La Castellana. Era la hermanita mayor de tres niñas de una familia Uruguaya, era también una excelente alumna en la Escuela, hoy tuviera 21 años de edad.
Echarta Gaiska. Tenía 20 años y era estudiante de Ingeniería. Recibió una bala de FAL cuando los insurgentes iniciaron el asalto a la Carlota.
Migdalia Antonia Delgado de Marquina. Tenía 30 años y era Dirigente Estudiantil. Recibió un disparo de FAL en la cabeza, disparado por los rebeldes en La Base Aérea La Carlota, su hijo de 3 años recibió una herida rasante de FAL en la cabeza. Dejó otro hijo en aquel entonces de 6 años. Era hija del Jefe Civil de Chacao.
Hugo Orlando Villarte Mejías. Tenía 40 años. Trabajador de la Torre La Primera. Muerto a balazos por francotiradores en el “23 de Enero”.
José Enrique Ordaz. Tenía 44 años, era Escenógrafo de Arte TV, recibió un balazo en la espalda cuando militares insurgentes dispararon repetidas veces desde el Museo Histórico Militar en la parroquia “23 de enero” durante la revuelta del 4 de febrero, falleció el día siguiente en el Hospital Militar.
Por causa de este golpe hubo más de 50 muertos (17 soldados), más de 50 heridos, 1.089 militares detenidos y cuantiosas pérdidas materiales (1). 
Así, se inmoló la democracia de los venezolanos. 
A decir del General Fernando Ochoa Antich, en “Así se rindió Chávez: la otra historia del 4 de febrero”, “a partir de 1958 se inició un proceso de adoctrinamiento que buscó fortalecer en los militares venezolanos los valores democráticos. Negar totalmente ese esfuerzo sería un error, pero es necesario reconocer que los diez años de dictadura y el origen conservador de las Fuerzas Armadas de esa época mantuvieron en el subconsciente de muchos de los oficiales y suboficiales un germen autoritario y su consecuente admiración por los gobiernos militares. En las conversaciones en los cuarteles se comparaba permanentemente las obras públicas de la democracia con las de la dictadura Pérez Jimenista. En ese balance de las dos gestiones administrativas, siempre salía triunfante el gobierno militar. Además, la percepción que se tuvo en los cuadros de oficiales de la victoria electoral de Rómulo Betancourt, en diciembre de 1958, fue que dicho triunfo significaba una gran derrota para las Fuerzas Armadas. Esa manera de pensar de los integrantes de la Institución Armada la conocían algunos líderes de la izquierda venezolana por sus contactos conspirativos durante la dictadura.
El Partido Comunista de Venezuela había jugado un papel fundamental en el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez. Su estructura leninista le había permitido sobrevivir a la persecución de la Seguridad Nacional. Después de la asonada militar del 1° de enero de 1958, sus cuadros lograron movilizar a los estudiantes y a los sectores populares, que se enfrentaron con gran valor a la represión policial en manifestaciones y acciones de resistencia al patrullaje militar. Sin lugar a dudas su liderazgo jugó en esos días un papel estelar. Los sectores democráticos, temerosos de la reacción de las Fuerzas Armadas y de la posición de los Estados Unidos, decidieron no invitar al Partido Comunista a firmar el Pacto de Punto Fijo. Es necesario recordar que ese partido había sido responsable de la protesta en contra de Richard Nixon durante su visita a Caracas en ese año. La historia siempre ha justificado la actitud del liderazgo democrático. Invitar al Partido Comunista a formar gobierno hubiese comprometido la estabilidad de la democracia venezolana, pero sin duda fue un factor fundamental para conducirlo a la subversión.
La Revolución Cubana impactó de tal manera a los sectores progresistas venezolanos que era difícil pensar que no tomarían el camino de la violencia. “El mito de los doce muchachos atrincherados en la Sierra Maestra, que al final logran no sólo vencer a un ejército profesional sino desafiar en sus propias narices al Imperio, inflamó a las juventudes de América. Tal vez en ninguna parte se dio eso como en Venezuela, porque aquí la reflexión no tenía forma interrogativa, sino asertiva: “Nosotros hubiéramos podido, el 23 de enero de 1958”. Esta influencia fue también la causa de una importante división en Acción Democrática. El liderazgo juvenil que había enfrentado a la dictadura no reconoció la dirección política de la vieja guardia partidista.”
De allí viene la “infiltración” de Hugo Rafaél Chávez Frías en la Academia Militar. De acuerdo a su propia versión familiar, su genética heredada de “Pedro Pérez Delgado”, alias Maisanta, por su refrán religioso-popular de exclamación de auxilio: “Madre Santa” que impetraba la ayuda de la Madre Celestial (la de Jesucristo) en momentos de peligro, su mitificado y supuesto pariente le inclinaban hacia su visión romántica de la “Revolución Cubana”.
El Mayor (GN) retirado Italo Brett Smith, quien “alzó” la Academia Militar Venezolana contra el dictador Marcos Pérez Jiménez, había influido con su pluma (Bases Para Una Revolución Nacionalista, Bases de la Revolución Bolivariana, y Manifiesto Bolivariano), y pensamiento heredado de su coterráneo (churuguarero) Domingo José Urbina Rojas, alias” Comandante Indio” (responsable material de la muerte del Comandante presidente Carlos delgado Chalbaud), y de Rafaél Simón Urbina (El Tremendo Guerrillero), en los líderes militares insurrectos: Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas, José Miguel Ortiz Contreras, David López Rivas, Jesús Urdaneta Hernández, Yoel Acosta Chirinos, Raúl Isaías Baduel y Gustavo Pérez Issa. 
La premisa de que los maestros del Precursor de la Independencia Francisco de Miranda, Antonio José Suarez de Urbina, y Francisco de Urbina, en la Universidad de Caracas le habían inculcado la ideas revolucionarias, como se evidenciaba en el “tricolor y los ocho sotueres de oro” que Miranda plasmó en el tricolor patrio, y luego Chávez refrendó con la octava estrella (pero plateada) en tan singular alegoría nacionalista, probaba la tesis de la herencia urbinista reclamada por el rebelde guardia nacional.
Posteriormente el Mayor Brett renegaría con disgusto de la incumplida implantación de una “verdadera revolución”, y “proyecto independentista”, que habían sido cambiados por un “régimen militarista (totalitarista) con trazas castro comunistas”, en detrimento del verdadero nacionalismo revolucionario. Muere como Bolívar, Rafael Simón, o Domingo José, decepcionado de sus camaradas inconsecuentes con el ideal unificador latinoamericano.
El Precursor de la Independencia de Venezuela, Generalísimo Francisco de Miranda, El más relevante precursor de la Independencia, excomulgado por la Iglesia, condenado a muerte por el Rey y execrado por la aristocracia criolla. El caraqueño recorrió un periplo revolucionario de América a Europa que lo llevaría a participar directamente en los acontecimientos políticos universales de la época, para finalmente convertirse en precursor del sueño de la Hispanoamérica libre. En mayo de 1792 es general de brigada del Ejército de Francia. Con el mando del Ejército del Norte llevó a cabo la campaña contra los prusianos y dicta la capitulación de Amberes (Bélgica). Sus éxitos atrajeron la rivalidad de altos jefes militares. Es encarcelado y llevado ante el Tribunal Revolucionario del terrible Comité de la Salud Pública en un París (Francia) convulsionado por las luchas entre jacobinos y girondinos. Su acusador es el temido e implacable Fouquier Tinville, cuya elocuencia ha conducido a docenas de acusados al patíbulo. Cuando nadie esperaba su salvación, Miranda demuestra su inocencia con impresionantes alegatos y es absuelto por el Tribunal.
Casi muere víctima de una revolución que luego importó genéricamente, y aplicó, en Venezuela.

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