jueves, 29 de diciembre de 2011

Cristo y el comunismo

Daniel Urbina 

Cristo y el comunismo

                    

Cristo y el comunismo

ALEXIS ORTIZ Los comunistas suelen intentar la división de la cristiandad para consolidar su poder totalitario
Por Alexis Ortiz, Editor Jefe de ElPolitico.com
Cuentan las Escrituras que el gobernador romano, Poncio Pilatos lo emplazó de esta guisa:
-¿Eres tú al que llaman Rey de los judíos?
Entonces Nuestro Señor Jesucristo, que resumía toda la sabiduría posible porque era hijo del Altísimo, le ripostó:
-Mi reino no es de este mundo. Y luego: Dad al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios.
De tal manera quedó registrado que el precursor más esclarecido del principio de separación de estado y religión, fue el propio fundador de nuestra civilización occidental y cristiana.
O sea que la prédica de  Cristo y sus apóstoles, es una confesión de fe, paz, amor, solidaridad y tolerancia: “Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.
No es una religión guerrera y conquistadora, como las que proliferaron en la antigüedad, ni el Islam que llama a someter a los infieles. Por eso todo acto belicista o toda injerencia en los negocios del poder terrenal, está en las antípodas del espíritu, propósito y razón del mensaje redentor del Cristo del pesebre y la cruz.
Cuando los gobernantes cristianos medievales organizaron las cruzadas para “rescatar” el Santo Sepulcro, perpetraron una acción aberrante y contradictoria con la esencia del cristianismo. Lo mismo puede decirse del involucramiento de los papas de Roma, Lutero y Calvino, en los hechos de gobiernos temporales.
Y desde luego del terrorismo religioso practicado por el Santo Tribunal de la Inquisición; el compromiso de las iglesias cristianas con la represión de los zares, de otros monarcas absolutos y hasta de caudillos que pretendieron gobernar y reprimir por “la gracia de Dios”.
La iglesia, que no es otra cosa que la reunión de los fieles, está para salvar almas (procurar la vida eterna), difundir el evangelio y proteger y educar a los más débiles, vale decir: defender los derechos humanos.
Por todo eso es ridículo tratar de hacer analogías entre el Cristo que vivió para el amor y una ideología del odio, del miedo y el atropello, como es el comunismo que tanto daño hizo en la centuria pasada, y quiere seguir haciendo en este tercer milenio.
Los comunistas suelen intentar la división de la cristiandad, crear una supuesta iglesia de los pobres, para consolidar su poder totalitario. Ese proyecto siempre le fracasa a los dictadores de las distintas raleas, porque los líderes de la iglesia, sin convertirse en voceros políticos, estimulan la vocación democrática en la feligresía.
Así actuaron entre otros muchos, los obispos católicos Boza Masvidal en la Cuba de Castro, Obando y Bravo en la Nicaragua del abuso sandinista, Silva Henríquez en el Chile opresivo de Pinochet, Helder Cámara en el Brasil de los generales prepotentes, Arnulfo Romero en El Salvador de la guerra civil, Karol Wojtyla en la Polonia violada por los nazis, Mindszenty en la Hungría arrasada por los tanques soviéticos y Rosalío Castillo Lara, en la Venezuela martirizada por el teniente coronel Chávez.

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